sábado, 12 de octubre de 1996

Primer año: 1996-1997.

A guisa de aperitivo: Bach, clasicismo vienés y Mozart

Este año hubo seis sesiones, a lo largo de las cuales nos “cepillamos” (con perdón) a Bach, al clasicismo vienés y a Mozart. Cuando comparamos esta exigua cosecha con lo que estamos haciendo quince años después (por ejemplo, dedicar una sesión entera a Alban Berg o a Paul Hindemith) podemos comprobar hasta qué punto la densidad de las “tertulias” ha ido aumentando con el tiempo. De ello se desprende que, si Cronos lo permite, en algún que otro momento deberemos volver a visitar a aquellos viejos maestros.

Empezamos el año explicando algunos rudimentos de la Música: melodía, armonía, monodia, polifonía, variaciones, etc. Dedicamos después dos sesiones a “papá” Bach: oímos algunos fragmentos de sus obras principales y, como no podía ser menos al tratarse de mi música “para una isla desierta”, presenté una especie de guía de audición de la Pasión según San Mateo.  En el siguiente encuentro hice una introducción al clasicismo vienés, insistiendo en algo que, por lo que parece, todavía no ha sido del todo entendido ni plenamente asumido por mis díscolos oyentes: la “forma sonata”, como “argumento” básico para entender y seguir racionalmente gran parte de la música occidental; la ilustramos naturalmente con una sinfonía de Haydn. Por fin, el primer año acabó con dos sesiones dedicadas a Mozart: como recordatorio, he aquí, entre otras, algunas de las suculencias que escuchamos: la Gran Partita para instrumentos de viento, K. 361; el Et incarnatus de la Misa en do menor, K. 427; el Divertimento-Trio, K. 563; y la Giga de Leipzig, K. 574. Por supuesto, oímos mucha más música de Mozart, pero señalo sólo aquellas piezas relativamente menos divulgadas.