domingo, 12 de octubre de 1997

Segundo año (1997-1998)

Del clasicismo al romanticismo: Beethoven y Schubert



Tuvimos este año siete sesiones. Las tres primeras, como no podía ser de otra manera, estuvieron dedicadas a Beethoven y las dos siguientes a Schubert.


Al hablar de Beethoven, insistí en lo que me parece esencial de su obra: la idea de construcción, de desarrollo, de metamorfosis de la materia musical; por eso acostumbro a decir, en plan “boutade”, que Beethoven es el más grande “compositor” (en el sentido literal de la palabra) de la Historia…Mozart es quizás, el más grande “músico”. De Beethoven oímos casi todo lo que “debe ser oído” de este autor, pero también se deslizaron algunas exquisiteces: el tercer movimiento de la Sonata nº 21, op. 53 (Waldstein), el segundo tiempo del Tercer Concierto para piano, op. 37; y, muy especialmente, el segundo movimiento de la Sonata nº 29, op. 106 (Hammerklavier) y la Arietta que cierra la última sonata para piano, la nº 32, op. 111.

También en el caso de Schubert, aparte de las obras más conocidas, escuchamos fragmentos del extraordinario Trio para piano, violín y violoncelo, D. 898, algunas estremecedoras canciones del Viaje de Invierno, la Fantasía para piano a 4 manos, D. 960, y el adagio del Quinteto en do mayor, D. 956.

Al parecer, después de año y medio de sesiones, algunas cosas no estaban claras. Por tanto, a petición del público, dedicamos la sexta sesión a poner ejemplos de lenguaje contrapuntístico (lo horizontal en música), frente a otros que mostraban el componente vertical: lo ilustramos oponiendo, un poco brutalmente, una fuga del Clave bien temperado de Bach a un preludio de Debussy. Y volví a insistir de nuevo en la dichosa – y nunca bien entendida, quizás por mal explicada - “forma-sonata”, poniendo ejemplos de las sinfonías de Haydn y Mozart. 


Acabamos el año con un verdadero “bocatto di cardinale”, sólo apto para vuestros oídos: el Passacaglia para órgano de Bach y el último movimiento de la Cuarta sinfonía de Brahms. Veíamos así el empleo de una misma forma musical – la chacona o passacaglia – por dos compositores alemanes a siglo y medio de distancia: un tema breve (ocho compases en Bach y los mismos en Brahms) se repite incansablemente en el bajo, mientras por encima (es un decir) suenan 20 (Bach) y 30 (Brahms) variaciones. Son dos conmovedores ejemplos de distintos lenguajes musicales – el barroco y el romanticismo – que se dan la mano a través del tiempo empleando la misma forma.


Como ha ocurrido en otras ocasiones – y debería ser una práctica más frecuente -, la última sesión de 1998 la dedicamos a la música en vivo: Mercè trajo a un alumno, Yuri Tapia, que nos obsequió con un buen recital de cante jondo. Quiero pensar que lo escuchamos saboreando un buen fino andaluz, con embutido, queso y jamón, pero no lo recuerdo con exactitud.